10/1/18

Violet Evergarden
Volumen 1

Capítulo 1
El dramaturgo y la Auto-Memories Doll

Roswell era una hermosa y rústica ciudad que se refugiaba en la belleza de la naturaleza. Se localizaba al pie de una montaña, rodeada por varias más grandes. Todo su territorio era algo de ser contemplado. Sin embargo, entre las personas influyentes, Roswell era conocido por ser un lugar de retiro para el verano; un pueblo de casas de verano y villas, en otras palabras, casas de descanso.

Durante la primavera, las montañas y ríos rebosantes con flores amenizaban la vista de las personas. En verano, muchos buscaban un momento de relajación junto a la famosa cascada de la ciudad, muy apreciada durante años. En el otoño, los corazones de todos eran conmovidos por la lluvia de hojas marchitas. En invierno, todo el escenario se cubría en una silenciosa tranquilidad. Gracias a que las transiciones de las cuatro estaciones eran muy marcadas, se trataba de una tierra generosa para la vista de los visitantes durante todo el año.

Se construyeron muchas villas sobre el camino que conectaba a la ciudad al pie de la montaña, las cuales consistían en casas de campo de madera pintadas de varias colores. Desde los terrenos más pequeños a los más grandes, el costo de la propiedad en el área era bastante alto y, por lo tanto, poseer una villa allí era la prueba misma de la riqueza.

En el corazón de la ciudad, había una infinidad de tiendas que atendían a los incontables turistas. Durante los días festivos, la calle principal que interconectaba dichas tiendas era muy concurrida y creaba una cacofonía apropiada de la vida citadina, entrelazando cada una de las felices voces en la canción de la calle.

Los bienes a la venta no eran para burlarse en lo absoluto, incluso considerando la remota localización del pueblo. La mayoría de las personas buscaban la conveniencia, así que generalmente construían sus villas en el centro y cualquiera que la construyera en otro lado era visto como excéntrico.

La temporada actual en Roswell era otoño y las nubes flotaban a la deriva en el cielo azul. Lejos del pie de la montaña, ubicado cerca de un lago que no era considerado como un punto turístico, se encontraba una sola casa de campo.

Se trataba de una casa estilo tradicional con rasgos distinguidos, como si expresara que pertenecía a una persona lucrativa. No obstante, puesto que, de igual forma, pertenecía a una persona desinteresada, se encontraba en malas condiciones, con un aspecto de abandono. Más allá de la puerta en forma de arco, cuya pintura blanca se encontraba deslavada, se podía ver un jardín repleto de hierbas y flores sin nombre. Al final del cual se encontraba la casa.

Las paredes de ladrillos rojos se encontraban en tan mal estado que uno solo podía concluir que el dueño no tenía intenciones de repararlas. Las tejas del techo estaban rotas por aquí y por allá, dando la apariencia de que solían estar perfectamente alineadas en el pasado y ahora yacían cruelmente desmembradas. Junto a la entrada de la casa estaba un columpio cubierto con enredaderas, al parecer ya sin su movimiento característico. También servía como evidencia de la presencia de un niño y de que dicho niño ya no se encontraba allí.

El propietario de la casa era un hombre de mediana edad llamado Oscar. Con dicho nombre, había mantenido una carrera en la industria literaria como un dramaturgo. Se trataba de un pelirrojo de cabello rizado y usaba un par de anteojos de marco negro que apenas podían contener los gruesos lentes que le fueron instalados. La espalda de Oscar se encontraba ligeramente encorvada, pero su rostro era infantil, lo cual provocaba que luciera más joven de lo que realmente era, y siempre vestía un suéter, puesto que era sensible al frío. Un hombre totalmente normal que no indicaba que pudiera convertirse en el protagonista de ningún tipo de historia.

Para Oscar, esta casa no era una villa; había sido construida con el genuino deseo de pasar su vida en ese lugar. No solo, sino con su esposa e hija pequeña. Tenía suficiente espacio para ellos tres; aunque no había nadie más además de Oscar viviendo allí. Tanto su esposa e hija habían muerto desde hace mucho tiempo.

La esposa de Oscar falleció debido a una enfermedad, cuyo nombre era demasiado largo, al punto que uno se rendía en tratar de pronunciarlo. En palabras simples, se trataba de una rápida coagulación de los vasos sanguíneos y muerte por obstrucción de los mismos. Además, era hereditario, y su esposa lo había heredado de su padre.

Oscar sabía que su esposa era huérfana. Había escuchado su triste historia de que muchos en su familia habían muerto siendo jóvenes. Pero, solo descubrió la dura realidad sobre ella, luego de que muriera.

En el funeral, una amiga cercana de ella le confió a Oscar:

—Tenía miedo de que, si lo hubieras sabido, no te habrías querido casar con una mujer enferma; así que lo mantuvo en secreto.

Cuando esas palabras llegaron a los oídos de Oscar, solo una pregunta sonaba constantemente en su cabeza.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Todo lo que tenías que hacer era contármelo. Podrías haber compartido cualquier cosa conmigo.

Si le hubiera contado de antemano, sin importar cuánto costará, juntos podrían haber buscado una cura. Tenían todo ese inútil exceso de dinero para gastarlo.

Saltaba a la vista que la esposa de Oscar no se había casado con él por dinero. La conoció antes de su debut como dramaturgo. Ella trabajaba en la biblioteca que frecuentemente visitaba; además, quien primero mostró interés en ella, fue el propio Oscar.

...Qué hermosa. Pensó Oscar. Y está a cargo de la sección de libros nuevos, allí siempre hay libros muy buenos.

Mientras se enamoraba de sus libros, también se enamoró de ella.

¿Por qué? Esta pregunta se repitió cientos de millones de veces. Cualquier otra cosa había desaparecido de su mente.

La mejor amiga de su esposa era alguien prometedora y, conforme perdía el corazón con la muerte de su esposa, ella cuidó enérgicamente de él y de su hija pequeña. Preparaba comidas calientes para Oscar, quien se olvidaba de comer todo el día si lo dejaban solo, y trenzaba el cabello de la niña, quien lloraba y lamentaba la ausencia de la madre que solía hacerlo.

Quizá, por un breve momento, hubo algo de amor unilateral involucrado. En una ocasión, por la noche, cuando la hija de Oscar se encontraba en cama con fiebre alta y de repente comenzó a vomitar repetidas veces, fue ella quien se apresuró a llevar a la niña al hospital. Y fue ella, no Oscar, quien primero descubrió que la niña tenía la misma enfermedad que su madre.

A partir de entonces, la enfermedad progresó gradualmente. No obstante, en los ojos de Oscar, no podría haber sido más rápido.

Desesperado por evitar que la tragedia se volviera a repetir, Oscar confió únicamente en los doctores más reconocidos del mundo. Iban de un gran hospital al otro, implorando a cada doctor que conocían y, gracias a ello, descubrieron un nuevo tratamiento experimental.

No obstante, las medicinas y sus efectos secundarios eran dos lados de la misma moneda. Su hija lloraba cada vez que las tomaba. Y ya que no podía apartar los ojos del sufrimiento de su amada hija, cada día se roía aún más su oxidado corazón.

Sin importar que clase de nuevos remedios intentaran, la situación de su hija no mejoraba. Al final, agotando todos los recursos, los médicos se rindieron y la declararon como incurable.

Me pregunto si mi esposa se siente desolada luego de ser llamada al inframundo... Eventualmente se cuestionó eso y cosas igualmente tontas, una y otra vez. Por favor, no te la lleves contigo. Suplicaba en frente de su tumba; pero, los muertos no hablan.

Oscar se encontraba mentalmente exhausto; sin embargo, quien primero se hizo trizas fue la mejor amiga de su esposa, quien los había acompañado a través de todos esos hospitales hasta entonces. Abrumada por cuidar a su hija inestable, gradualmente se distanció del hospital hasta que, finalmente, Oscar y su hija se encontraron realmente solos.

A causa de una rutina diaria de varias recetas médicas, las mejillas de su hija, las cuales anteriormente asemejaban a pétalos de rosas sobre leche blanca, se volvieron amarillentas y odiosamente delgadas. Su cabello que solía tener una esencia dulce y un color miel, comenzó a caerse.

Él... no podía soportar verla. Era verdaderamente una figura que no aguantaba contemplar.

Tras realizar una serie de preguntas infructuosas a los doctores, Oscar finalmente cedió, su hija no tomaría más que analgésicos. Cualquier otro tratamiento se detendría. Al menos, deseaba que el resto de su corta vida no padeciera dolor.

A partir de entonces, hubo algo de paz. Pasaron días felices juntos y observó la sonrisa de su hija por primera vez en mucho tiempo. El resto de sus dichosos días continuaron así.

El clima fue maravilloso el día en que falleció; un día de otoño que resaltaba el color de todo a su alrededor. El cielo había estado despejado. Árboles teñidos de rojo y amarillo se podían contemplar desde las ventanas del hospital.

En las premisas del hospital se encontraba una fuente que parecía un oasis y, sobre la superficie del agua, las hojas que descendían de sus alrededores, flotaban pacíficamente. Tras caer, deambulaban y oscilaban sobre el agua, juntándose como si fueran arrastradas por un imán. Por lo que, incluso durante su naufragio, haciendo justicia a la temporada, se reunían en una sublime sincronización. Tras verlas, su hija dijo que era “bonito”.

—El amarillo de las hojas mezcladas con el azul del agua es muy bonito. Papá, si una persona caminara sobre esas hojas, ¿crees que podría cruzar la fuente sin caerse?

Se trataba de una idea muy infantil. Era obvio que las hojas de inmediato perderían contra la gravedad y el peso hasta terminar hundiéndose. A pesar de eso, Oscar no lo mencionó.

—Si tienes un paraguas, linda, hasta podrías usar el viento para flotar por encima de ellas, ¿no lo crees? —Respondió bromeando, deseando consentir a la niña que no podía ser salvada, incluso aunque fuera un poco.

Al escuchar eso, su hija rió con los ojos brillantes.

—Sí. Sí, haré justamente eso. Cruzaré por el agua bailando solo para ti. Un día bailaré para ti. En ese lago cerca de nuestra casa, cuando las hojas que caen durante el otoño se reúnen sobre la superficie del agua.

Algún día.

Algún día, ella se lo mostraría a él.

Luego de eso, su hija, tras padecer un ataque de tos, murió de repente.

No tenía más de nueve años.

Mientras abrazaba al cuerpo sin vida de su hija, se dio cuenta de qué tan ligero era. Incluso para un cuerpo que ya no poseía alma, había sido muy liviano. Realmente había estado viva o simplemente había tenido un sueño muy largo, Oscar se preguntó a sí mismo a medida que derramaba lágrimas.

Enterró a su hija en el mismo cementerio que su esposa y regresó al lugar donde ellos tres habían vivido en alguna ocasión juntos, reanudando su vida en silencio. Oscar tenía el poder económico suficiente para vivir sin que nada le faltara, gracias un sistema de regalías por los guiones que escribió y que usaban en todas partes; por lo que los ahorros acumulados de sus pagos hacían imposible que él muriera de inanición.

Tras años de llevar luto por su hija y esposa, se acercó un colega de su antiguo trabajo solicitándole volver a escribir un guion. Para Oscar, quien solo había dejado su nombre en la industria, pero su propia existencia fue borrada de la misma, llegó una petición de una compañía de teatro, una que cualquier actor desearía formar parte, el simple hecho que se lo pidieran era un honor.

Había pasado muchos días perdiéndose en la pereza, ahogándose en la tristeza, abrumado en la auto-lástima.

Los humanos son criaturas que se cansan fácilmente de estar tristes o felices y no pueden continuar de cualquier forma por siempre. Esa es su naturaleza.

Oscar aceptó la oferta con una respuesta inmediata, optando por sujetar la pluma una vez más. Sin embargo, ahí fue cuando su problema comenzó.

Con el objetivo de escapar de su horrible realidad, Oscar había bebido. Aunado a una pequeña cantidad de drogas para asegurar al menos un buen sueño. Gracias a la ayuda de un doctor, fue capaz de superar el alcohol y las drogas; no obstante, se arraigó un temblor en su mano. Ya sea que escribiera en papel o con una máquina de escribir, simplemente no podía progresar apropiadamente.

El deseo de escribir, a pesar de todo, permaneció en su pecho. Todo lo que debía hacer era encontrar una forma de ponerlo en palabras.

Cuando pidió consejos a su antiguo compañero de trabajo, quién le había hecho la petición, éste dijo:

—Hay algo que podría funcionar. Deberías usar una Auto-Memories Doll.

—¿Qué es eso?

—Ah, amigo mío, has estado aislado del mundo por mucho tiempo… no, mejor dicho, tu reclusión está a un nivel preocupante. Las Auto-Memories Doll son famosas. Hoy en día, hasta puedes rentarlas por un precio relativamente bajo. Eso es, deberías ordenar una.

—Me ayudará una... ¿muñeca?

—¡Ah! Una muñeca del tipo especial, solo para estar seguros.

Una mujer ascendía por el camino montañoso. Su sedoso cabello trenzado estaba sujeto con un lazo de color rojo oscuro, mientras que su delgado cuerpo era cubierto por un vestido blanco como la nieve con un lazo en forma de moño. Los suaves pliegues de su falda oscilaban elegantemente mientras caminaba, el broche esmeralda sobre su pecho resplandecía con destellos. La chaqueta que llevaba puesta sobre el vestido era de un contrastante azul Prusia. Sus largas botas de piel, utilizadas por su practicidad, eran de un profundo café chocolate.

Cargando una maleta de viaje que parecía pesada, caminaba hacia el blanco portón arqueado de la casa de Oscar. Justo cuando entró al jardín frontal de la casa, una ráfaga de viento otoñal pasó ruidosamente trayendo hojas de colores rojos, amarillos y marrones a bailar a su alrededor.

Quizá, a causa de la cortina de hojas otoñales, su campo de visión fue momentáneamente nublado. La mujer entonces sujetó con firmeza el broche sobre su pecho. Murmurando algo en voz baja; más tenue que el revoloteo de la lluvia de hojas, la cual se fundió en el aire sin que nadie pudiera escucharla.

Cuando el viento travieso se tranquilizó, la atmósfera insegura de la mujer desapareció, y sin vacilar, presionó el timbre de la casa con un dedo protegido por un guante negro.

El timbre retumbó como si gritara desde las profundidades del infierno y, luego de un rato, la puerta se abrió. El pelirrojo dueño de la casa se asomó. Era difícil asegurar si acababa de levantarse o no hubiera dormido en lo absoluto. De cualquier modo, claramente no se encontraba en un estado para recibir huéspedes. Tanto su ropa como su rostro estaban desaliñados.

Tras ver a la mujer, Oscar parecía ligeramente perplejo. Fue por la apariencia peculiar de la mujer. O, tal vez fue atrapado por su singular belleza. Lo que sea que fuera, por un momento se quedó sin aliento.

—¿Acaso eres... la Auto-Memories Doll?

—Exactamente. Voy rápidamente a cualquier lugar para proporcionar el servicio que usted requiera. Soy la Auto-Memories Doll: Violet Evergarden, a su servicio —respondió la mujer rubia de ojos azules, poseedora de una belleza que parecía sacada de un cuento de hadas, en un tono monótono sin realizar una sonrisa falsa.

La mujer llamada Violet Evergarden tenía una figura tan reservada y encantadora como la de una muñeca ordinaria. Sus ojos azules cubiertos parcialmente por mechones dorados brillaban como el océano, con mejillas rosadas como las flores de cerezo sobre una piel blanca como la leche y brillantes labios lustrosos color carmesí. Una mujer con una belleza similar al de la Luna llena, sin carencia de ningún tipo. Si no fuera por su pestañeo, fácilmente podría convertirse en una obra de arte.

Oscar no tenía ningún conocimiento sobre las Auto-Memories Doll, por lo tanto, le solicitó a su antiguo compañero de trabajo que preparara una para él.

«La enviarán allá dentro de unos días». Fue lo que le había dicho y, luego de esperar, ella lo visitó.

...Estaba seguro que iba a recibir del cartero una caja que contuviera una pequeña muñeca robótica. Pensar que sería un androide muy parecido a los humanos… ¿Cuánto avanzó la civilización desde que me aislé aquí?

Oscar había mantenido un contacto distante con el resto del mundo. No leía periódicos o revistas y rara vez salía con alguien. Además de sus amigos, las únicas personas con las que hablaba eran el cajero de la tienda de víveres y el repartidor que ocasionalmente le traía paquetes.

De inmediato se arrepintió por no haber investigado y arreglado todo él mismo. La simple idea de tener a otra persona en esa casa, en alguna ocasión pensada para su familia de tres ya perdida, se sentía extremadamente incómoda y por alguna razón trajo de regreso un sabor amargo. Otra persona… o algo que se asemeja a una de todas formas.

...Siento como si estuviera traicionando a mi familia...

Violet, totalmente ignorante de cualquier pensamiento circundando por la mente de Oscar, lo siguió a la sala de estar y tomó asiento en el costoso sofá. Luego de ofrecerle té negro, lo bebió todo impecablemente, lo cual parecía indicar que las máquinas actuales evolucionaron de manera espléndida.

—¿Qué le pasa al té negro luego de que lo bebes?

Notando el tono incrédulo de Oscar, Violet ladeó un poco su cabeza.

—Eventualmente será expulsado de mi cuerpo y... ¿regresará a la tierra? —contestó ella. Se trataba de una respuesta muy acorde a una máquina.

—Sinceramente... Estoy sorprendido. Umm, eres un poco diferente... de lo que había imaginado.

Violet examinó su apariencia; luego, se levantó de pronto del sofá y le regresó la mirada a Oscar, quien la observaba sin tomar asiento en la silla adyacente.

—¿Qué parte de mí no cumple con tus expectativas?

—No… No son precisamente “expectativas”...

—Si no te importa esperar, puedo solicitar a la Agencia que envíe a otra muñeca, una más adecuada a sus necesidades.

—No me refería a eso… no, olvídalo. Siempre que puedas trabajar, está bien. No pareces del tipo ruidoso.

—Si lo desea, también puedo respirar más silenciosamente.

—Ah, no, eso no será necesario.

—Me han enviado aquí para cubrir tus necesidades de un escriba. Trabajaré hasta cumplir con tus expectativas a fin de no mancillar el nombre de las Auto-Memories Doll. No importa si las herramientas que tengo a mi disposición son papel y pluma o una máquina de escribir. Por favor, úsame como desees.

A medida que declaraba eso con sus enormes ojos azules como gemas mirándolo intensamente, el corazón de Oscar se aceleró un poco y asintió con un “está bien”.

El período de renta fue de dos semanas. En ese lapso, tenían que terminar un guión sin importar qué. Oscar renovó su determinación y la condujo a su estudio, con la intención de trabajar enseguida. A pesar de eso, por cómo resultaron las cosas, lo primero que Violet hizo no fue escribir, sino limpiar la habitación.

El estudio, que también era una recámara, tenía por todo el suelo las ropas que Oscar había usado antes y una sartén con sobras de su última comida de una manera desastrosa. En pocas palabras, ni siquiera había lugar para que un pie pudiera entrar.

Violet lo miró con sus grandes pupilas. «¿Me llamaste aquí con el lugar en esta condición?», parecía expresar con su mirada.

—Lo siento…

Era evidente que no se trataba de una habitación en la que alguien pudiera trabajar. Desde que se quedó solo, no había usado la sala, motivo por el cual seguía limpia; sin embargo, frecuentemente entraba y salía de la recámara, la cocina y el baño, por lo que se encontraban en un estado atroz.

De repente Oscar se sintió agradecido de que Violet fuera un androide. Su edad física parecía ser de alguien a principios de sus veinte; se le ocurrían otra gran cantidad de torturas que preferiría soportar en lugar de la situación de que una chica real de esa edad viera su vergonzosa oficina. Aun cuando estaba envejeciendo, para un hombre, simplemente era algo deplorable.

—Maestro, con todo respeto tengo que recordarte que soy una escriba, no una sirvienta —afirmó mientras, contradictoriamente, sacaba de su maleta un mandil blanco con volantes, procediendo a limpiar todo de manera voluntaria.

El primer día terminó de esa forma.

Durante el segundo, ambos tomaron asiento en el estudio y empezaron a trabajar. Siendo precisos, Oscar se acostó sobre la cama, mientras que Violet se sentó en la única silla y apoyó las manos sobre la máquina de escribir ubicada en el escritorio.

—«Ella…dijo:» —Cuando Oscar dictó el inicio de su historia, las manos de Violet presionaron cada tecla sin ver y en silencio con una velocidad aterradora. Él lo observó, completamente sorprendido—. Eres muy… rápida, eh.

Luego de ser halagada, Violet removió uno de sus guantes negros que llegaban hasta sus mangas y le mostró uno de sus brazos. Se trataba de un brazo completamente mecánico. Los dedos parecían ser aún más rígidos y robóticos que las otras partes con un terminado rudimentario de una capa de pintura.

—Soy empleada por una marca que vende practicidad al tiempo que simula una forma humana. Estas fueron fabricadas por la Compañía Estark, quienes son reconocidos por su alta resistencia, también es posible realizar un amplio rango de movimientos y usar fuerza física sobrehumana. Lo cual me permite registrar cualquier palabra que digas sin error alguno mientras dictas.

—¿Hablas en serio?... Ah, oye, no tienes que escribir lo que acabo de decir, solo las palabras que sean para el guion.

Oscar continúo dictando. En el proceso, tomaron varios recesos, pero las cosas resultaron bien para el primer día. Después de todo, el concepto de la historia se encontraba guardado en su memoria y hasta el momento las palabras fluyeron con mucha facilidad.

A medida que Oscar hablaba, se percató de que Violet era buena como oyente y como escriba. Desde el principio le dio una impresión de serenidad y durante el trabajo fue aún más aparente. A pesar de que no lo había pedido, de verdad no podía escuchar su respiración, solo el golpeteo de la máquina de escribir. El único ruido en toda la habitación, además de la voz de Oscar, era el clic-clic de las teclas en la máquina de escribir. Si cerraba los ojos, casi le daba la sensación de estar él mismo escribiendo. Cuando sea que preguntaba hasta qué punto había escrito, ella lo leía para él con una voz moderada y buena recitación, solo escucharla era divertido. Gracias a su voz cada párrafo sonaba como una historia majestuosa.

…Ya veo, tiene sentido que se volvieran populares.

Oscar pudo ser testigo de la grandeza de las Auto-Memories Doll. Sin embargo, aunque las cosas avanzaron sin problemas hasta el tercer día, a partir del cuarto en adelante, hubo un periodo de bloqueo de escritor. Se trataba de algo común entre los escritores. Aunque el contenido de la historia era clara para él; las palabras no se tejían hasta formar el pasaje que deseaba.

De sus muchos años de experiencia, Oscar tenía un método para afrontar su bloqueo de escritor. Ese era: no escribir. Tenía la firme creencia de que una gran historia no nace si es forzada.

Se sentía mal por Violet, pero tendría que dejarla esperando. Por el bien de no dejarla sin hacer nada, le pidió que realizara la limpieza, lavara la ropa y cocinara. Parecía estar programada con, antes que nada, una disposición trabajadora.

Había pasado mucho tiempo desde que probó una comida caliente hecha por alguien más. Muchas veces pedía entregas a domicilio o salía fuera, pero esas comidas palidecían en cierto sentido cuando las comparabas con un platillo sencillo preparado con el esfuerzo de una novata con buenas intenciones.

Un arroz con una capa de huevo estrellado que se derretía cremosamente en su boca. Una receta de hamburguesa de tofu del Este. Un pilaf2 de vegetales coloridos de primera categoría sobre una cama de arroz con una salsa picante. Unos mariscos gratinados que eran difíciles de encontrar en una tierra rodeada por montañas. Como guarniciones siempre había ensaladas y sopas por las que continuamente preguntaba de que estaban hechas. Oscar estaba un poco conmovido por todo esto.

Mientras Oscar comía, Violet solo observaba, sin decir ni una palabra. Incluso cuando la invitó a comer; ella educadamente pero con firmeza se rehusó. «Gracias, pero comeré después».

Estaba confirmado que podía ingerir líquidos; pero, aún no la había visto comer nada sólido. Quizá eso se encontraba fuera de su alcance. Por un tiempo, pensó que bebía aceite durante las comidas que insistía tomar en privado. Mientras intentaba imaginárselo, una imagen surrealista llegó a su mente.

…Aun así no habría problemas… Me gustaría que comiéramos juntos.

Oscar murmuraba las palabras en su mente, sin decirlas nunca en voz alta.

Ella era totalmente diferente a su esposa; sin embargo, algo en su espalda mientras cocinaba le traía un sentimiento familiar. Conforme la observaba, por algún motivo, fue asaltado por una excesiva tristeza y las comisuras de sus ojos se sintieron calientes. Con eso, comprendió terriblemente bien cómo era dejar entrar a un extraño a su rutina y lo llevó a una inesperada revelación.

…Lo que significa… que he llevado un estilo de vida realmente solitario.

El júbilo de ver a Violet regresar a casa de un encargo… El alivio de saber que no se encontraba solo a medida que caía dormido por las noches... El hecho de que ella estaría ahí cuando abriera los ojos, siempre presente… Todo eso hizo que Oscar fuera consciente de qué tan solitario era.

Poseía dinero y ningún problema económico en su vida. Sin embargo, eso no era más que un escudo psicológico para endulzar la realidad y prevenir que su corazón se endureciera aún más. Sin lugar a dudas, no le estaba ayudando en nada para curar sus heridas. Tener a una persona de la que no sabía nada salvo su carácter tan cerca, que estuviera junto a él de la misma forma que la dejaba cuando se despertara, atravesó el una vez cerrado corazón de Oscar, quien había estado solo todo este tiempo.

Violet fue como una gota en la vida estancada de Oscar. Un pequeño cambio en un lago inmóvil. Una fría piedra sin vida había golpeado la superficie y, de alguna forma, trajo una cálida corriente a su monótono y perezoso charco.

¿Se trataba de un cambio bueno o malo? Si tuviera que decidirlo, diría que era bueno. Por lo menos, la melancolía que salió a la luz por la presencia de Violet y las lágrimas consecuentes por algún motivo fueron más cálidas que los sentimientos y lágrimas que había derramado antes.

Luego de que pasaran tres días más con Violet, Oscar se puso de pie otra vez. Había ganado la inspiración para una escena en específica.

La historia, que Violet escribía a petición de Oscar, era sobre las aventuras de una chica solitaria. Dicha chica, quién se había ido de casa, visitó muchas tierras, conoció a incontables personas y fue testigo de varios sucesos, de ese modo creció. La imagen de la chica provenía de su hija enferma.

Al final de todo eso, la chica regresaba a la casa que había dejado. Y en esa casa, su anciano padre la esperaba. Sin embargo, aun cuando la chica apareció, ahora como una espléndida jovencita muy diferente a la niña pequeña del pasado, ni siquiera su propio padre pudo reconocerla. Con lágrimas surcando sus mejillas, la chica le suplicó a su padre que recordara la promesa que había hecho hace mucho tiempo: cruzar el lago, que estaba cerca de su casa, caminando sobre las hojas en la superficie del agua.

—Es imposible que los humanos puedan caminar sobre el agua.

—Solo quiero la imagen, por favor. En la historia, ella podrá hacerlo gracias a la bendición que consiguió de un espíritu del agua durante su aventura.

—Aun así… no estoy hecha para esto. La chica de la historia es alegre y encantadoramente inocente. Completamente diferente a lo que soy yo —argumentó la Auto-Memories Doll.

El dramaturgo y la Auto-Memories Doll habían llegado a un enfrentamiento.

Todo inició por la solicitud de Oscar. Le había pedido a Violet que se pusiera ropas parecidas a las de su personaje principal y que jugara un poco cerca de la orilla del lago. Ya había hecho que hiciera la limpieza, lavara la ropa y otras labores del hogar, encima de eso, le suplicó semejante favor. Era como si esperara que tuviera la capacidad de hacer cualquier cosa.

Incluso cuando Violet era una mujer perspicaz y profesional, finalmente había alcanzado su límite.

—Qué persona tan problemática…

—El color de tu cabello… quizá sea un poco diferente, pero es rubio, igual al de ella. Si lo dejas suelto y te pones un vestido, con seguridad…

—Maestro… mi propósito, primero que nada, es servir como escriba. Soy una AutoMemories Doll. No soy tu esposa ni tu concubina. Tampoco puedo convertirme en su reemplazo.

—E-eso lo sé. No tendría ese tipo de interés en una chica joven como tú. Es solo que… tu apariencia… quiero decir, si mi hija siguiera con vida, pienso… que se habría convertido en alguien como tú y… simplemente pensé.

El firme rechazo de Violet se desmoronó con eso.

—...Asumí que estabas expresando tus gustos…peculiares. No sabía que habías perdido a tu hija—dijo mientras se mordía levemente el labio. Su expresión mostraba una lucha interna.

Durante estos pocos días, Oscar había llegado a entender una cosa sobre ella. Eso era, que Violet se apegaba a lo que consideraba “justo” cuando se dividía entre cosas buenas y malas.

—Soy una Auto-Memories Doll… Quiero cumplir los deseos de mis clientes… sin embargo, esto viola mis normas de trabajo…

Viendo como enumeraba los pros y los contras, Oscar se sintió mal por ello, aun así lo intentó por última vez.

—Si pudiera recrear esa escena, la imagen de la chica como una adulta, regresando a casa, lista para cumplir su promesa, estoy seguro de que finalmente podría ser capaz de escribirla. No tengo duda alguna. Si deseas una recompensa, puedo darte cualquier cosa. Puedo pagar el doble de tu precio original. Esta historia significa mucho para mí. Quiero terminar de escribirla, será un nuevo comienzo para mí. Un punto de inflexión en mi vida. Por favor.

—Pero… yo… no soy una muñeca de vestir…

—En ese caso, no tomaré fotografías ni nada por el estilo.

—¡¿Pretendías sacar fotos?!

—¡Está bien! ¡Nada de fotos! Lo grabaré en mi memoria y escribiré la historia solo con eso. Violet, te lo suplico.

Luego de eso, Violet lo recapacitó un poco más con una expresión malhumorada, y acabó accediendo, perdiendo ante la persistencia de Oscar. Quizá era del tipo que se vuelve blanda cuando es presionada.

En ese momento, Oscar dejó atrás su vida de confinamiento y salió por cuenta propia a comprar ropas sofisticadas y un paraguas para Violet. La vestimenta era una blusa blanca con encaje y un listón como cinturón sobre un vestido azul. El paraguas era de un azul verdoso con rayas blancas y abundantes volantes. Al parecer, a Violet le gustó en particular el paraguas, haciéndolo girar en sus manos, luego de abrirlo y cerrarlo repetidas veces.

—¿Nunca habías visto un paraguas antes?

—Sí, pero, es la primera vez que veo uno tan bonito.

—¿De verdad? Siempre usas ropas muy encantadoras. Pensé que era un pasatiempo tuyo estar a la moda.

—Simplemente visto según las recomendaciones de mis superiores en la Agencia. Personalmente no visito sastres o tiendas de moda con frecuencia.

Era como una niña poniéndose la ropa que su mamá le decía.

…Podría ser… mucho más joven de lo que pensé.

De súbito, para Oscar, Violet lucía menos como una mujer y más como una niña. Antes de que Violet cambiara de idea, en cuanto Oscar terminó de comprar, no perdió tiempo en pedirle que se cambiara.

Era ya entrada la tarde y estaba un poco nublado en el exterior. No parecía que fuera a llover; sin embargo, había un olor a humedad flotando en el aire. El viento frío, presagiando el otoño, todavía no era lo suficientemente helado para clavarse en la piel.

Oscar fue el primero en salir. Tomó asiento en una silla de madera cerca del lago y fumó una pipa. Desde que Violet llegó, se abstuvo de fumar por un vago sentimiento de consideración. Ahora, después de esa larga abstinencia, el humo parecía impregnar todo hasta su estómago.

Luego de que unos minutos pasaran de exhalar el humo y dejar que flotara perezosamente en al aire; la puerta delantera, a la que le faltaba aceite, se abrió con un chirrido.

—Lamento la demora.

Giró únicamente su cabeza ante la voz desapasionada.

—No…

«No me hiciste esperar mucho» era lo que iba a decir; pero, las palabras no salieron cuando su respiración se detuvo por un segundo. Reprimió un jadeo, tan perplejo como la primera vez que vio a Violet. Estaba bellísima con su cabello suelto: una belleza que robaba un momento de apreciación de todo lo demás.

El cabello, que alguna vez estuvo trenzado, se encontraba complacientemente disperso y un poco rizado en las puntas. Era bastante más largo de lo que había imaginado. Y, lo más importante de todo…

…Si... mi hija hubiera crecido…así se vería.

Pensó en todos esos años que pudo haber pasado contemplando a su hija arreglada, jugando a pretender. Mientras cavilaba sobre eso, una calidez brotó de su pecho.

—¿Estás satisfecho con la imagen que proporciona el conjunto que seleccionaste para mí?— Sujetó el borde de su falda con una mano y giró sobre sí misma. Daba la sensación de haber descendido a este mundo de colores otoñales desde otro reino. De tal magnitud era la belleza de esta jovencita con su rostro divino. —Si te parece bien, procederé al lago para que comiences con tus observaciones… Esa era la idea, ¿verdad? ¿Sobre la escena que te gustaría crear? Más que meramente caminar por allí vestido así, incluso si es solo por unos segundos, sería mejor si realmente corriera por el lago. Maestro, déjemelo a mí. Estoy especializada para actividades físicas y, aunque sea solo por un segundo, puedo cumplir con sus expectativas— explicó Violet, con la misma falta de expresión e indiferencia de siempre, sin prestarle atención a Oscar, que se encontraba sobrecogido con muchas emociones al mismo tiempo y no pudo pensar en otra respuesta más que «aah» y «sí».

La persona de pie frente a él era todo lo opuesto a su hija. A pesar de poseer el mismo cabello dorado, sus pupilas carecían de ese dulce brillo.

Violet colocó el paraguas cerrado sobre su hombro mientras lo sujetaba con fuerza. Se paró a una amplia distancia del lago, observándolo como si examinara la superficie del agua y calculara cuidadosamente.

Teñido en los colores marchitos de otoño, las hojas caídas flotaban por encima del lago. El viento era inestable, soplando y deteniéndose, soplando y deteniéndose. Violet lamió uno de sus dedos mecánicos con la punta de la lengua y luego lo levantó, confirmando la dirección del viento. Mientras tanto, Oscar la miró preocupado.

De repente, Violet se tensó. Dio un paso hacia atrás con firmeza y echó un vistazo hacia Oscar con una diminuta sonrisa.

—No te preocupes. Me encargaré de que todo salga tal y como esperas —Luego de afirmar eso con una voz clara, Violet salió corriendo.

Aunque se encontraba lejos del lago, en un segundo, pasó volando frente a los ojos de Oscar. Esa velocidad era como el viento mismo.

Antes de entrar al lago, la veloz Auto-Memories Doll pateó con fuerza el suelo. El impacto fue lo suficientemente poderoso para hacer temblar la tierra. Sus resistentes piernas hicieron posible saltar a una altura atemorizante. Dando la apariencia como si estuviera a punto de subir por las escaleras del cielo. Oscar quedó boquiabierto ante la acción súper humana.

A partir de ese momento, todo pareció suceder en cámara lenta.

Alcanzando el punto crítico, Violet levantó el paraguas que había llevado consigo y lo abrió ostentosamente. Era como el florecer de un capullo. Los volantes del paraguas ondularon preciosamente y, como si predijera el momento perfecto, el viento impulsó sus pies hacia el frente. Su falda y paraguas se abombaron suavemente en el aire, su enagua notándose un poco. Finalmente, sus largas botas de cordones pisaron delicadamente una hoja que flotaba sobre la superficie del agua.

Ese preciso instante. Ese simple segundo. Esa única imagen. La escena tan clara como una fotografía quedó grabada en la memoria de Oscar. Una chica meciendo un paraguas, una falda revoloteando, poniendo un pie sobre la superficie de un lago. Era la obra de una hechicera.

tomo 1 cap 1 violet evergarden

Oscar recordó las palabras de su hija aquel día fatídico en que los latidos de su corazón se detuvieron.

«Algún día…»

Un día bailaré para ti. En ese lago cerca de nuestra casa, cuando las hojas que caen durante el otoño se reúnen sobre la superficie del agua.

«Algún día…»

Un día bailaré para ti.

«Te lo enseñaré algún día, papá».

Esa voz. Su voz. Pensó que la había perdido hace mucho tiempo; pero, allí estaba, resonando en su mente.

…Nunca lo supiste, ¿verdad? Pero, realmente deseaba que continuaras llamándome. Un centenar de veces más no habrían sido suficientes.

«Un día bailaré para ti»

«Papá»— dijiste, en esa dulce y frágil voz. —«Te lo enseñaré algún día, papá».

…Tu voz era muy agradable de escuchar, más que cualquier pieza musical.

«Te lo enseñaré algún día».

…Ah, es verdad. Tú, con esa voz, inocentemente trajiste una sonrisa a mi rostro. Eso fue lo que dijiste, ¿cierto?

Teníamos una promesa. Lo había olvidado. Lo olvidé todo. Ha pasado mucho, demasiado tiempo desde que fui capaz de recordarte. Estoy muy feliz de volverte a ver. Verte de nuevo… Aún cuando sea una ilusión, me alegra haberme encontrado contigo. Mi cielo. Mi hija. Mi… Mi… Mi solo y único tesoro compartido entre mi amor y yo.

Debes haber sabido que no lo podrías cumplir. A pesar de eso, me lo prometiste. Esa promesa… tu muerte… me destruyeron hasta convertirme en lo que soy ahora y, aun así, me impulsó a seguir viviendo. Extendiendo mi vida hasta llegar aquí. Pasé los días en un caos, buscando señales de ti. Aunque lo hice siempre lleno de arrepentimiento, me han concedido este instante. No eres tú. Sin embargo, en este momento, para mí, ella eres tú.

Un segundo fugaz de casualidad, de reunión, de acogida. Había anhelado tanto verlo, creyendo que me causaría desear vivir de verdad otra vez.

Tú, cuyo nombre ni siquiera puedo susurrar de tanta tristeza. He esperado tanto para verte. Una vez más, mi cielo. El último miembro de mi familia que quedaba. Oh, cuánto esperé. Por cuánto tiempo te extrañé. Te amé.

Estaba tan feliz que en realidad tenía ganas de sonreír y, a pesar de eso…

—Uah… uh… uh…

…Solo sollozos salieron. Sus lágrimas fluyeron como si pusieran en acción el tiempo detenido de Oscar.

—Aah… cielos…

Podía escuchar el tic-tac de un reloj. Se trataba del sonido de su antes rígido corazón latiendo.

—Yo de verdad… en serio…

Mientras levantaba las manos para cubrir su rostro, se sorprendió al percatarse que estaban llenas de arrugas. ¿Por cuántos años se había detenido su tiempo desde que ambas fallecieron?

—Oh…cómo desearía que…tú no…hubieras muerto…— Su cara se encontraba deformada cuando murmuró con una voz llorosa. —Quería que vivieras… vivieras y… crecieras… mucho…

…Quería verte crecer en una hermosa jovencita. Deseaba verte así. Anhelaba verlo con mis propios ojos. Y luego, yo debería ser quien muriera primero. Antes que tú. Que tú me cuidaras hasta el final. Esperaba morir así. No tener que… cuidar… de ti hasta el final. No como lo hicimos.

—¡Oh, cómo te extrañé!…

Los ojos de Oscar se inundaron con lágrimas y cayeron por sus mejillas hasta llegar al suelo con grandes gotas. Este mundo de sollozos se desplomó con el ruido de Violet entrando al lago. El breve periodo de luz se oscureció; tan rápido como regresó, la voz de su hija, que finalmente recordó, enseguida desapareció otra vez. La imagen de su rostro sonriente, de igual forma, desapareció como burbujas de jabón.

Oscar bloqueó su campo de visión, no solo con sus manos, sino también cerrando los ojos. Rechazando desesperadamente el mundo al que ella ya no pertenecía.

…Ah, estaría bien si muriera en este instante. No importa cuánto tiempo pase de luto, ellas no regresarán. Mi corazón, respiración, por favor deténganse. Desde que mi esposa e hija fallecieron, no hay diferencia entre un muerto y yo. Es por eso que, ahora… justo ahora, en este preciso segundo… Quiero caer muerto al suelo como si me hubieran disparado.

Al igual que las flores, que no pueden seguir respirando si sus pétalos caen.

Él imploró; no obstante, incluso si pedía ese deseo varios cientos de millones de veces, nada cambiaría. Él, quien ya lo había deseado varios cientos de millones de veces, lo comprendía muy bien.

…Déjame morir, déjame morir, déjame morir. Si la única otra opción es vivir en soledad, déjame morir con ellas.

Sin importar cuántas veces rogara, nunca se volvía realidad. ¡Ni una sola vez!

—¡Maestro!

Desde el otro lado del mundo que abandonó, escuchó una voz. Provenía de alguien viviendo en el mismo tiempo que él. Con la respiración entrecortada, se abrió camino hacia él.

…Estoy… vivo. Sigo con vida. Y con esta vida, estoy luchando por preservar, de alguna forma, a las personas que amé y perdí.

Nada se conseguía solamente rezando; sin embargo, para Oscar, confrontado por una oscuridad que ninguna luz podía atravesar, los rezos eran su medio de escape.

—Dios, por favor…

…Si todavía no debo morir, por lo menos permite que mi hija sea feliz dentro de esa historia. Que mi hija esté satisfecha con ella. Y deja que esté a mi lado. Permite que esté a mi lado por toda la eternidad. Incluso si es solo dentro de la historia. Incluso si solo es como una hija imaginaria. Por favor, deja que permanezca a mi lado.

No podía evitar desearlo. Después de todo, su vida seguiría adelante.

Frente a Oscar, quien lloró sin darle importancia a su edad, Violet arribó, empapada de la cabeza hasta los pies luego de salir del lago. Gotas de agua caían de sus ropas desaliñadas, las cuales ahora estaban arruinadas. A pesar de eso, Violet parecía estar más divertida que nunca. Incluso uno podría considerar la expresión en su rostro merecedora de ser llamada una sonrisa.

—¿Lo viste? Creo que fui capaz de dar tres pasos.

Sin revelar que había sido incapaz de verla a través de las lágrimas, Oscar respondió mientras inhalaba con la nariz llena de mocos.

—Sí, te vi. Gracias, Violet Evergarden— pronunció sinceras palabras de respeto y gratitud. —Gracias por hacer realidad mi sueño. Te lo agradezco. Siento que fui testigo de un milagro. No creo en la existencia de Dios, pero si existiera, seguramente serías tú.

Violet meramente lo miró y contestó oportunamente:

—Soy una Auto-Memories Doll, maestro— sin negar o confirmar la existencia de Dios.

Luego de eso, Oscar preparó un baño para Violet, quien se encontraba completamente empapada.

Ella no se presentaba a comer; pero, utilizaba el baño todos los días y casi con seguridad descansaba en la habitación que le había dado. Se trataba de una muñeca mecánica muy humana.

…En serio, la civilización hoy en día es sorprendente. Y el desarrollo de la ciencia es extraordinario.

Aun si se trataba de una chica mecánica no dejaría que se quedara con las ropas mojadas. Tras pensar que necesitaría un cambio de ropa, Oscar recogió una de sus batas de baño, la cual creyó se encontraba razonablemente limpia y se dirigió hacia el baño. Había pasado tanto tiempo desde que alguien, salvo Oscar, usara regularmente el cuarto de baño; que en un desliz de su memoria, entró sin tocar y acabó viéndola cuando todavía no se vestía.

—Ah, lo sien…to… ¿eh?— Oscar estaba tan sobrecogido que no pudo encontrar las palabras. —¡¿EEEH?!

Aquello que se reflejó en los ojos de Oscar fue una vista más encantadoramente bella que la de cualquier mujer desnuda. Su cabello dorado goteaba por el agua de la ducha. Unos hermosos ojos azules que ninguna pincelada podría capturar. Debajo de ellos, los labios finamente formados, su delgado cuello, su clavícula prominente, sus pechos abundantes y las curvas femeninas de su silueta...

En contraste, los brazos artificiales que se extendían desde los hombros hasta las puntas de los dedos en ambos lados de su cuerpo, lucían extraños, como si hubieran sido simplemente adheridos.

Sin embargo, todo lo demás. Aunque cubierto por cicatrices, cada pulgada de su cuerpo, a excepción de los brazos, claramente era piel real. Con ese cuerpo delicado, no parecía en lo absoluto como una muñeca mecánica, sino un ser humano relativamente normal.

Luego de que todo lo que había creído hasta entonces fuera destruido por la impactante revelación, Oscar escaneó con sus ojos la figura desnuda de Violet una y otra vez.

—Maestro— Violet lo llamó con una voz que parecía estar juzgándolo. Oscar, quien hasta el momento se había paralizado por la sorpresa con la vista fija sobre ella, finalmente pareció percatarse de la situación en la que se encontraba.

—¡UAAAAAAH! ¡UAAAAAH! ¡UAAAAAHAAAAAH!

Irónicamente, después de todo esto, la única persona que emitió un grito fue el propio Oscar. Luego de gritar con todas sus fuerzas, Oscar, en medio de sollozos y con una cara roja como un tomate, inquirió frenéticamente:

—¡¿Todo este tiempo eras un humano?!

Envolviendo una toalla a su alrededor, Violet comentó llanamente.

—El maestro es, verdaderamente, una persona problemática— sus mejillas tenían un tinte rosado mientras murmuraba con la cabeza un poco baja.

“La Auto-Memories Doll”.

Ha pasado mucho tiempo desde que ese término se popularizó. El creador fue el investigador de muñecas mecánicas, el Doctor Orlando, la autoridad mundial sobre androides. Su esposa, Molly, era novelista, y todo comenzó cuando ella perdió la vista. Molly, habiendo dedicado toda su vida a las palabras, se sumió en una profunda depresión cuando éstas se desvanecieron de su vida. Una vez invidente, su fuerza también comenzó a desaparecer.

Incapaz de soportar ver a su esposa en ese estado, el Doctor Orlando construyó la primera Auto-Memories Doll. Tenía como objetivo escribir todo lo que decía una voz humana; en otras palabras, una máquina que servía como escriba.

Luego de eso, algunas obras de Molly ganaron premios de literatura a nivel mundial y la creación del Doctor Orlando fue reconocida como necesaria para el curso de la historia. Aunque solo la había hecho para su amada esposa, más tarde se difundió rápidamente y en poco tiempo esas muñecas actuaban como apoyo de millones de personas. Actualmente, las Auto-Memories Doll son vendidas a un precio razonablemente bajo, e incluso hay tipos que pueden ser rentadas o prestadas.

…Y una cosa más.

Personas de carne y hueso también trabajaban como escribas, al igual que las AutoMemories Doll. De hecho, incluso compartían el mismo nombre.

“Auto-Memories Doll”.

Luego de que se marchara Violet, el amigo de Oscar le explicó sobre ello y, al parecer, Violet era muy famosa en la industria.

Cuando Oscar comentó cómo había confundido a la mujer por un androide, su amigo soltó una carcajada. Una vez que se tranquilizó, observó a Oscar con una mirada exasperada sobre su rostro y declaró:

—¡Realmente vives bajo una roca! ¿Acaso creíste que una máquina tan bonita como ella podría existir?

—¿Y cómo se supone que lo sabría? Todo lo que decías era «¡Muñeca eso, muñeca aquello!»

—Nuestra tecnología actual aún no llega a ese nivel. Es solo que también hay algunas que son androides. Son un poco más… peculiares que Violet. Pensé que sería una buena medicina para alguien como tú, un ermitaño que no interactúa con las personas. Esa chica… no habla mucho, pero tiene el poder de rehabilitar a las personas. Cumplió el propósito, ¿verdad?

—Sí…

Ciertamente era callada; pero, en realidad fue una buena chica.

—Sabes qué. Enviaré otra escriba para que te ayude con tu trabajo por ahora. Que no sea mitad humana esta vez. Solo no esperes nada a la par de Violet Evergarden.

A final de cuentas, un paquete fue entregado a la casa de Oscar. Contenía una pequeña muñeca, totalmente diferente de Violet Evergarden. Se trataba de una muñeca mecánica con la función de registrar todo lo que él decía con su máquina de escribir y generalmente estaba sentada sobre su escritorio, ataviada con un vestido encantador. Sin duda alguna era un dispositivo extraordinario.

—Pero, no se puede comparar a ella…— Oscar sonrió irónicamente, mirando la habitación con la mirada perdida y recordó a la escriba que ya se había marchado.

—Te extraño— expresó en voz alta y sabía exactamente cómo respondería ella.

«El maestro es… verdaderamente una persona problemática». En esa voz clara. Sus labios revelando una tenue sonrisa en su, de otra forma, rostro inexpresivo.

Incluso sin que ella estuviera a su lado, tenía la sensación de que podía escucharla.


Volumen 1, Capítulo 2  

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